Por: Rafael Aguirre Cardoza*
¿Por qué quienes trabajamos para alguna institución de salud pública nos preocupa que la sociedad en general se quede en casa? La respuesta es muy simple, para evitar que existan cada vez más personas contagiadas, que puedan complicarse y llegar a morir como consecuencia del COVID 19 y también porque no existe un sistema de salud que pueda dar atención médica masiva ante tantos casos de enfermos que requieren una cama de hospital o de un ventilador mecánico para sobrevivir.
Más allá de esto, deseo externarles a todos ustedes amables lectores, que en cada hospital ahora llamados “Hospitales COVID”, existe personal médico y de enfermería que cubren jornadas de trabajo por demás agotadoras, cuando menos ocho horas diarias, sin comer, sin beber líquidos y sufriendo deshidratación, sin poder utilizar los sanitarios teniendo como consecuencia en lo menos infecciones de vías urinarias por esa espera eterna y salir del turno de trabajo pero por si fuera poco sufriendo estragos por las altas temperaturas que juegan siempre en contra de hacer un tanto menos compleja la estancia en una sala de urgencias o en una sala de hospital la atención de los enfermos que por distintas razones se contagiaron de COVID 19.
La utilización de los equipos de protección personal ahora pueden ser un caso de rutina para muchos, pero en la gran mayoría del personal de salud es un verdadero sufrimiento por que esto implica que ha iniciado un día más de trabajo, con muchos enfermos que el día previo se lograron despedir de sus médicos y enfermeras, otros no tuvieron más fuerzas para hacerle frente a esta horrenda enfermedad. En otros casos, se encuentra una cama ocupada por un nuevo paciente que, así como muchos se enfermó omitiendo el Quédate en casa y nunca dimensionó todo lo que esto traería como consecuencia.
La jornada de trabajo transcurre casi siempre con un alentador ánimo por que nuestros pacientes están mejorando, algunos de ellos ya no se quejan de dificultad para respirar, unos más están por dejar de depender de un ventilador mecánico y pocos casos lograrán regresar a su domicilio, nuevamente a ver a sus familias.
Por otro lado existe siempre la frustración y el impacto emocional que taladra hasta la última fibra sensitiva de médicos y enfermeras cuando la lucha contra el COVID 19 se ha perdido en un paciente de apenas tres meses de nacido que seguramente fue contagiado por sus padres en una actitud irresponsable que coartó la vida de quien aún no comenzaba a vivir, o de la embarazada de 20 años de edad con cuatro meses de llevar en su vientre a su pequeño hijo y que tampoco logró vencer la enfermedad, del adulto mayor que guardó la cuarentena de manera estricta pero que fue infectado por algún familiar que nunca dio crédito a la existencia del coronavirus y que en plena contingencia visitó a la familia misma que ni en fiestas decembrinas eran merecedores de una llamada telefónica o peor aún, cuando miras en los ojos de tu compañero (médico o enfermera) la tristeza de una despedida anunciada ya que a pesar de todos los esfuerzos la lucha también se perdió adelantándose en esta trémula y tortuosa pesadilla del COVID 19, tal vez a un mundo mejor.
¿Pero, todo terminará cuando esta epidemia concluya? No lo veo desde esta perspectiva, finalmente el daño está hecho. Las familias tendrán pérdidas muy sensibles en todos los aspectos, la sociedad seguirá su cause como cualquier rio que en época de lluvias vuelve a mostrar su poderío, su grandeza y arrasará con todo lo que a su paso encuentre sin que nadie se lo impida como hoy por hoy muchas personas esperan con ansias la apertura de centros comerciales y salas de cines para tener lugares en primera fila para el estreno de un film actual sin importar apenas que este virus tan letal no haya disminuido su virulencia y los enfermos ya no se cuenten por cientos, no se sabe si tendremos mayor conciencia de las cosas o se seguirán levantando algunas voces culpando al personal de salud (que ninguna culpa tiene) por el contagio de otra nueva enfermedad y que con saña lanzarán nuevamente agua clorada en contra de quienes ahora están dando su propia vida por sus agresores, dejando a sus familias, padres, hijos, hermanos, amigos y enajenándose de sus propios ideales que fueron el motivo de la vocación de ser dignamente profesionales de la salud.
Entendamos que esta batalla no ha terminado y aún falta mucho camino por recorrer, pero será más y más y cada vez más largo si la sociedad no apoya al persona del sector salud para evitar mayores contagios y pérdidas humanas que irremediablemente marcarán las vida de todos y cada uno de los protagonistas de esta pandemia.
Esta primera colaboración la dedico con mucho cariño, respeto, admiración y reconocimiento para todos mis compañeras y compañeros que forman parte del sector salud de las distintas instituciones que lo conforman pero con la distinción especial para quienes hoy y desde que inició esta pandemia aquí en México, en el Estado de Veracruz y particularmente en la capital del estado, Xalapa, se encuentran incansablemente día a día dando su máximo esfuerzo, profesionalismo y todos sus conocimientos en la atención de pacientes con COVID 19.
*Dr. Gastroenterólogo endoscopista.