Feminismo: de la perspectiva a la ideología
POR: Mario Evaristo González Méndez
Celia Amorós, filósofa española y teórica del feminismo de la igualdad, señala: La teoría feminista […] se hace […] en diálogo, más o menos fluido o más o menos tenso, con los grandes paradigmas emancipatorios del pensamiento. Así, el feminismo es tópico que implica a mujeres y a hombres, tanto en su formulación y su comprensión, como en sus consecuencias prácticas.
El problema subyacente en las pretensiones del feminismo nos compete a todos: la violencia y discriminación que padecen muchas mujeres en el mundo, interpela el modo en que vivimos nuestras relaciones cotidianas. Es necesario detenerse a considerar las demandas de los movimientos feministas, de modo que, antes de emitir un juicio a favor o en contra, nos demos la oportunidad de discernir lo verdadero y lo justo en sus declaraciones.
El prejuicio nos impide consolidar espacios de bien común para el cuidado, la solidaridad y la justicia. La ignorancia tiene remedio, sin embargo, cuando se halla como fanatismo, afecta el modo en que nos relacionamos con el mundo. Las expresiones a favor o en contra del feminismo en la actualidad, han permitido ubicar en la opinión pública los resabios del prejuicio y la ignorancia. Tanto al interior de los movimientos feministas, como entre los grupos detractores, es común la argumentación falaz sustentada en descalificaciones del orden personal o la falsa generalización; el supuesto progreso se diluye en discursos irrisorios y se acentúa el descarte ideológico que ahonda la crisis de la ruptura del tejido social.
Respecto del concepto de feminismo, la filósofa Samara de las Heras Aguilera, lo define como:
(…) toda teoría, pensamiento y práctica social, política y jurídica, que tiene por objetivo hacer evidente y terminar con la situación de opresión que soportan las mujeres y lograr así una sociedad más justa que reconozca y garantice la igualdad plena y efectiva de todos los seres humanos (2009, p. 46).
Las diversas corrientes del feminismo y otros actores sociales, coindicen en que es urgente erradicar la situación de violencia y discriminación que soportan las mujeres. La complejidad sucede cuando se analiza el contenido del pensamiento y de las prácticas social, política y jurídica con se pretende lograr el objetivo.
La apuesta para abordar esa complejidad es la perspectiva de género, que intenta fundar un modo distinto de entender y practicar las relaciones entre mujeres y hombres orientado hacia la equidad. Más allá del debate (necesario, pero secundario) en torno a la aplicación de la categoría género, Marta Lamas explica: «Una perspectiva de género identifica y se propone eliminar las discriminaciones reales de que son objeto las mujeres, por mujeres, y los hombres, por hombres».
En efecto, la discriminación, la violencia y el descarte los padecen mujeres y hombres; observar la realidad bajo la perspectiva de género, nos permite identificar ideas, conductas y condiciones que generan o mantienen el estado de inequidad y opresión. Sin embargo, la perspectiva, por definición, implica la existencia de una realidad de mayor amplitud que no se agota en lo que se observa, por tal motivo, se reconoce que el punto de vista adoptado no explica la totalidad ni puede ser aplicado como criterio único de comprensión e intervención de la realidad social.
La perspectiva de género se trastorna en ideología cuando desvirtúa la realidad promoviendo una falsa conciencia que no permite ver las cosas como son en realidad; oculta total o parcialmente la verdad (lógica, ontológica y moral) a modo de sostener una supuesta superioridad epistémica y justificar la aplicación de sus premisas como principios universalmente válidos para intervenir la realidad.
El feminismo fracasa cuando se institucionaliza, operando una simbiosis con el poder, del cual primero es detractor y después aliado, a fin de preservarse una cuota de ese mismo poder; lo justo de su denuncia social se corrompe cuando sus ideólogos impulsan el adoctrinamiento a través de la escolarización, la academia, las leyes, los medios de comunicación.
Buscando la emancipación de la mujer y la equidad entre mujeres y hombres, el feminismo ideológico se ha hecho el pretexto para la opresión, la división y la capitalización de la indignación, por intereses económicos no declarados, pero subyacentes en la promoción del aborto «libre, seguro y gratuito», por ejemplo.
El feminismo se diluye en ideología cuando busca privilegios en razón de la sexualidad y establece cánones de pensamiento y códigos de conducta hegemónicos. Una vez llegada la ideología, el siguiente paso es la dictadura: nuevos rostros en el poder, con la misma estrechez intelectiva; sin embargo, lleva en sí misma el germen de su fracaso.