Educación para la ciudadanía: reflexiones filosóficas y pedagógicas (III)

Por: Mario Evaristo González Méndez

Pedagogía praxeológica: aprender y enseñar el discernimiento político

En la segunda reflexión sobre la educación para la ciudadanía se reconoció la importancia de desarrollar la habilidad del discernimiento político, pues resulta un elemento útil para un ejercicio crítico de la ciudadanía democrática, de modo que el ciudadano distinga los intereses genuinamente políticos movidos por el bien común, de aquellos intereses particulares que son colocados en la esfera de lo público para legitimar la perversa administración del poder.

En la reflexión anterior quedó pendiente responder a la pregunta de cómo hacer el discernimiento político (casi siempre se dice qué hacer, pero no se propone el cómo hacerlo). En la búsqueda de respuestas educativas al respecto, se halló la metodología de la Pedagogía praxeológica, propuesta y elaborada por Carlos Germán Juliao Vargas, filósofo, teólogo y educador colombiano, destacado investigador en el área del desarrollo social y sustentable, impulsor de la pedagogía social en Latinoamérica. 

El modelo metodológico de la pedagogía praxeológica se define como: una nueva forma de investigación pedagógica (nosotros la llamamos praxeológica), entendida como una reflexión crítica que busca la transformación de las prácticas, así como de las comprensiones teóricas y de los valores de las personas que intervienen en el proceso, y de las estructuras sociales e instituciones que definen su marco de actuación como actores de un proceso social y educativo (Juliao Vargas, 2014, pág. 80).

El proceso hermenéutico que propone consta de cuatro fases (Juliao Vargas, 2014):

  1. Ver: recuperar los elementos descriptivos de la realidad que estén al alcance. En este caso, acceder a información adecuada para re-conocer el estado en que se halla la vida pública.
  2. Juzgar: confrontar el estado real del objeto de conocimiento con el estado ideal al que se aspira. Para el interés del tema, es aquí donde resulta capital la comprensión teórica de la democracia y el marco normativo de la sociedad en que se habita, pues son la referencia objetiva que permite el análisis de la realidad.
  3. Actuar: derivado del análisis previo, se diseña y ejecuta la intervención sobre el objeto de conocimiento para lograr lo deseable. En el caso de la vía ciudadana, esto implica develar las necesidades y posibilidades de transformación de la vida pública, así como el alcance de la intervención: aula, escuela, barrio, institución.
  4. Devolución creativa: esta fase es la aportación significativa del modelo, implica que quien investiga se re-conoce parte de la realidad-objeto de estudio. En el caso de la educación ciudadana, el sujeto (investigador) que ha atravesado por las fases anteriores no puede situarse del mismo modo frente a la realidad inicial de su contacto con la vida pública, se hace efectivamente ciudadano siendo capaz de optimizar sus recursos (intelectuales, físicos, relacionales, laborales) para actuar de modo efectivo en la configuración de una sociedad más justa, solidaria y que preserve la dignidad de la vida para todos.

La devolución creativa es el resultado de un discernimiento político que supera la reducción de lo público a lo partidista, es el efecto sobre la propia conciencia para asumirse corresponsable del mundo, de la ciudad, del otro. La idea de la vida democrática por la vía de la representación partidista es caduca para la emergencia social en que nos hallamos, porque se trastornó el sentido de lo político: los “políticos” renuncian al arte de gobernar, para ser administradores de un poco de poder, ilusión que les vende el mercado, donde se haya el verdadero poder administrando la pobreza del mundo.

El discernimiento político como finalidad efectiva de la educación para la ciudadanía es posible, pero sólo se logra cuando la persona se haya libre de compromisos partidistas, institucionalistas o ideológicos que condicionan el modo de pensar y de actuar. La consecuencia de tal práctica es la emancipación ciudadana (no equivale a anarquía), quizá por eso no se permite ni en la escuela ni en la tribuna pública, porque el ciudadano libre cuestiona, exige, participa, promueve la justicia y denuncia lo perverso de la opresión. 

Y pese al discurso, es muy común que hombres y mujeres, una vez situados en un eslabón de poder, por muy minúsculo que sea, ahogan la promesa democrática en los brotes seductores de la dictadura que compensan deficiencias de personalidades malsanas.