Por: Luis Gerardo Martínez García
El escenario es propicio para Claudia Sheinbaum: un gobernador se va, una Gobernadora llega, la popularidad le favorece, el congreso con mayoría y la oposición muy disminuida. El anuncio de acompañar a Rocío Nahle en su toma de protesta como gobernadora de Veracruz da un giro a la política, rompiendo paradigmas, desde donde se le quiera analizar.
Ambas tienen claro que urge recuperar la confianza del pueblo, garantizando su seguridad, bienestar y justicia social. Es cierto, Andrés Manuel López Obrador hizo lo imposible por legitimar al “gobernador honesto”, aunque éste no hizo lo propio por sí, ni por Veracruz. (Esto último lo comentaré en otra ocasión con más detalle).
Resulta importante que desde la campaña electoral se vio el binomio Sheinbaum-Nahle trabajando en armonía, constatando la realidad del estado. Seguro estoy de que la gobernadora electa compartió con la presidenta todo aquello que descubrió en su andar por las calles veracruzanas y de escuchar a la gente.
Si bien se construyó el primer piso de la transformación, hoy Veracruz quedó con baches, fracturas y tramos a medias; eso no es transformación. La aportación de AMLO es lo único que se puede ver en el estado. Este es el momento del verdadero parteaguas del “antes y el después”.
El esfuerzo de ambas mandatarias será mayor. Nahle tiene la rectoría del Estado desde varias premisas: la política, la social y la económica. Ya constatamos el tipo de gobierno que pretende desarrollar por el bienestar de la gente. Su curriculum vitae le permite mayor soltura como titular del Poder Ejecutivo estatal; la coordinación de los trabajos como estadista responde a un gobierno horizontal, democrático e inclusivo que a convocado a los perfiles idóneos a su visión gubernamental. Hay un tiempo de la llamada curva de aprendizaje, y otro para entregar resultados.
La esperanza de la Transformación está puesta en la gobernadora; en consecuencia tendrá las posibilidad de: armonizar los programas sociales de la federación con las necesidades reales de los veracruzanos; gestionar el bienestar de una sociedad más justa, bajo la premisa de “primero los pobres”; dignificar los derechos de los pueblos en su diversidad; dialogar con los ciudadanos desde su propio lenguaje; retomar los principios básicos de la Cuarta Transformación, y crear una narrativa que devuelva la credibilidad a los veracruzanos sobre el buen actuar de su gobierno. Esos son los retos de Nahle en Veracruz.
En este sentido, Sheinbaum viene a respaldar a la primera gobernadora de Veracruz, pero también a dar fe y legalidad de la continuidad del proyecto de nación por el que se ha trabajado en coordinación con muchas voluntades. Será un momento histórico sui generis. El mensaje es “No llega una; llegamos todas”, incluida la ciudadanía como tal.
No me corresponde decir si al gobernador saliente lo juzgará la historia y las leyes; lo que sí puedo afirmar es que urge la Transformación en Veracruz. Seguro estoy que la gente volverá a darle el voto de confianza a Morena en 2025; eso, Sheinbaum-Nahle lo tienen claro.
Las mujeres estadistas están a la altura de un estado que pide a gritos esa tal anhelada Transformación. ¡Se tenía que decir, y se dijo!