Por: Mario Evaristo González Méndez
Ni cuenta nos dimos cómo
el “Todos Santos” llegó;
la nota un virus la dio
y el año se lo cargó.
Culparon a un pobre chino
que murciélago comió;
otros a un genio maligno
que a la catrina encaminó.
Entre versiones y rumores
la huesuda dejó dolores:
murieron ricos y pobres,
doctores y profesores.
Cansada de tanta chamba,
la muerte no baila samba,
tampoco quiso la bamba,
ni dulce de calabaza.
¡Paren ya su relajito!
¡denme ya un descansito!
trabajando parejito
se harán polvo mis huesitos.
Recibió la muerte un recado
con membrete del senado:
“Por recorte presupuestario,
su festejo es cancelado”.
Los diputados confirmaron:
“Como usted no es funcionario,
ni su trabajo es necesario,
la borramos del erario”.
Enfurecida la calavera
llegó a la mañanera,
expresó allí su querella;
Obrador la invitó a ser buena.
Sin saber qué hacer ni a dónde ir
a FRENAA se quiso unir,
y como no iba de casimir
no la quisieron recibir.
Por ayuda a Salinas fue a ver,
con Fox salió a comer,
a Felipe invitó a beber
incluso llamó a Elba Esther.
Ninguno le dio respuesta,
volvió al cementerio molesta:
“Mañana haré una protesta,
si no lanzaré una encuesta”.
En esos argüendes andaba
y el trabajo acumulaba;
pues el crimen avanzaba
mientras de virus se hablaba.
No han parado las ejecuciones
ni las desapariciones;
entre políticos y matones,
llenan fosas y panteones.
Así llegó el día de muertos,
en estos tiempos inciertos,
de luto hogares cubiertos,
corazones de pena yertos.
La muerte que ya andaba brava
lanzó la siguiente sentencia:
“No es mi culpa la violencia,
ni tampoco la pandemia.
¡Basta ya de su insolencia!
Culpa suya es la imprudencia”.
Querido lector, querida lectora:
nadie sabe lugar ni hora,
la muerte a nadie devora,
si el descuido no colabora.
Los fieles difuntos están por llegar,
con su ofrenda hay que esperar,
pero no hay que malgastar
ni comida desperdiciar;
recuerda que es tiempo de ahorrar,
compartir hay que procurar.